Nadie podrá comprender la
tremenda angustia que siente mi pecho en estos momentos, es un estallido que me
oprime el corazón ante la impotencia. Por razones laborales debí presentarme en
Buenos Aires, fue una exigencia que no pude eludir y ahora me pregunto si valió
la pena, si no debí haber declarado un no a tiempo y quedarme al lado de mi
amada. Cuando me despedí besé sus labios y sellé nuestro amor para siempre,
abrigué la esperanza del pronto reencuentro, incluso Nené me abrazó como
reclamando que no saliera por la puerta rumbo a la estación de trenes de
Córdoba donde un boleto llevaría a este cuerpo físico a más de setecientos
kilómetros; pero mi alma quedaría allí, en esa casa, soy un ente caminando por
las calles de la gran ciudad, a paso ligero y con la maleta en la mano intento
que el tiempo se acelere, mi respiración la noto alta, agitada, y gotas de
sudor resbalan por mi frente, dejé todo el dinero disponible por si hacía falta
algo en la casa, y ahora no tengo para tomar un taxi y llegar lo más rápido
posible a la Estación, camino por la calle Florida y mis ojos sólo se pasean
para detener mis pensamientos por los carteles de las distintas tiendas, Casa
Levy, La Fronda, Richmond y aún así mi mente no puede distraerse, aún estoy
lejos y mentalmente hago cálculos y consciente de que la reunión se hubo
extendido más de los necesario, internamente sé que no llegaré a tiempo.
Acelero el paso y la ansiedad me gana y siento una pequeña puntada en la sien
que me obliga a cerrar los ojos y apretar la mandíbula y mis dientes
entrechocan unos contra otros...
Por razones laborales debí
presentarme en Buenos Aires y ahora estoy en una estación esperando abordar un
tren que no partirá hasta esta noche, el anterior salió sin mí, no llegué a
tiempo y el paso de las horas desesperan, en el andén espero de pie como si
fuera a apurar la partida hacia Córdoba, la distancia sigue siendo la misma y
las horas que nos separan siguen siendo
doce, siempre y cuando no haga otra parada…
Me encuentro sentado en la butaca
y mi mente divaga en las distintas formas en que podría haber llegado a tomar
el tren anterior y más me angustio, qué causa del destino provocó que no
llegara a tiempo, será un buen o mal
presagio de lo que me espera?...
Recordaré este día, 24 de marzo,
como una pesadilla, espero no se torne realidad…Leonor está en Córdoba
convalesciente y no encuentro los medios para llegar a ella. Me siento
encerrado en esta caja de metal que circula a su vez prisionera de los rieles
que la guían a una llegada interminable, las horas y los minutos parecen no
pasar nunca, extraigo mi reloj de bolsillo y observo que aún falta mucho,
desespero ante el sentimiento de incertidumbre, cuánto ruego poder besar sus
labios, decirle que la amo…cierro mis ojos e intento orar en el silencio del
vagón en penumbras…
...Córdoba se encuentra a un paso,
el tren arriba a la Estación y casi intempestivamente tomo mi maleta y me
deslizo por la puerta casi de un salto sin tocar un escalón y trastabillo pero
mantengo la compostura y sigo caminando con la mente fija en mi amada Leonor…
Llego y no quiero llegar a la
vez, la puerta de entrada está abierta, me asomo y veo movimientos, la hermana de Leonor cruza el pasillo y mira hacia afuera, nuestras miradas se cruzan y me lo dice
todo, mis lágrimas se desbordan, son
apenas unos segundos en que el mundo parece detenerse, incluso mi corazón, no
fui consciente de que hasta mi respiración se cortó por unos instantes hasta
arrancar nuevamente pero esta vez con un gran suspiro interminable, a mi mente
vino la cita de Rabindranah Tagore diciéndome que “la muerte no es la extinción
de la luz, es solamente apagar la lámpara porque llegó el amanecer”…
Debía
recomponerme porque aún me faltaba mirar a los ojos a nuestra pequeña Nené, tomarla
entre mis brazos y decirle cuánto sentía no haber llegado a tiempo para despedir
a su madre, a mi Leonor…Pero mis piernas flaqueaban, mi mano soltó la maleta
que cayó al suelo haciendo un ruido sordo y allí parado con los brazos caídos
me sentí sin fuerzas, mi cuñada vino en mi auxilio y me estrechó en un abrazo y
también rompió en llanto; no pude abrazarla, las fuerzas me habían abandonado
por completo…
Acabo de morir un poco, mi voz se
apaga, mi respiración se hace entrecortada por sollozos, un gran vacío inunda
mi espíritu, no puedo escribir…mi mano tiembla al recordar esos instantes, mi
corazón acaba de partir nuevamente...no quisiera pensar lo que la razón me
revela, no deseo aceptar esta sensación, no antes de que vuelva a ver mi rostro
reflejado en tus ojos…¡no antes…Leonor!
Querida, he llegado tarde…te
despediste de mí envolviéndote en mi alma, esas horas que el destino supo
robarle a nuestras vidas las inmortalizó en nuestro gran amor…
Siempre estaremos juntos. Tu
tenacidad y voluntad, tu espíritu de lucha me dan valor para afrontar los
momentos de flaqueza. Por Nené, nuestra hija y por el ideal que hemos luchado,
seguiré adelante…
Lo sabías, intuías esta partida.
Puedo comprenderte aunque ello no me consuela. Agonizo en el silencio, este
dolor es tan intenso que creo morir en el lamento de la soledad. Sé que tú
estás en todas las vivencias, en el recuerdo, en mi interior…¡Te necesito
tanto!
¿Te he dicho todas las veces que
debía, cuánto te amo? Te amor Leonor, te amo…y nunca dejaré de repetirlo…y te
buscaré, es mi promesa de que te buscaré en sueños…y allí seguiremos creando
nuestro mundo y dialogando sobre culturas antiguas y filosofía, y me seguirás
enseñando tantas cosas que quedaron pendientes…te prometo que nuestro amor
quedará inmutable en el tiempo y nos encontraremos en la eternidad, te amo Leonor….te
amo…….
La imagen es sólo a modo ilustrativo