sábado, 2 de junio de 2018

Homenaje a Leonor Allende de Buffo: Primera periodista actuante en Córdoba


Fielmente hemos transcripto el contenido de dos diarios a bien del lector. Extracto del libro “Guido Buffo y el Templo del Péndulo de Karina Rodriguez y Gustavo Diaz.

«HA MUERTO HOY UNA ESCRITORA QUE NACIO EN CORDOBA»

Doña Leonor Allende, periodista, falleció esta mañana. Una gran inteligencia. En la mañana de hoy ha fallecido doña Leonor Allende de Buffo.
Desaparece con ella la más interesante, acaso la única personalidad de escritora que haya producido Córdoba. La tenaz dolencia que minaba su organismo, la alejó en los últimos años de las tareas literarias, que fueron el motivo de su consagración durante mucho tiempo y en las que obtuvo legítimos triunfos. Cuando un concepto social estrecho relegaba a la mujer a la vida del hogar Leonor Allende, consciente de su valer y con un concepto superior a la platitud del medio, se dedicó al periodismo y pertenecía a la redacción de los principales diarios cordobeses. Dueña de una inteligencia viva y ágil, de un temperamento enriquecido por la cultura y de brillantes condiciones de escritora ganó pronto un prestigio que atrajo para su producción y su nombre, la simpatía pública. Su casamiento con el pintor Guido Buffo la alejó de Córdoba. Esposa y madre ejemplar, las obligaciones afectivas no extinguieron su amor a las letras. En Rosario primero y en Buenos Aires después, siguió colaborando en diarios y revistas, a la vez que mantenía vinculaciones en los mejores círculos intelectuales.
Escribió una novela Flavio Solari, que mereció la acogida auspiciosa de la crítica. Excelente escritora y gran mujer, la noticia de su muerte causará a cuantos la conocieron o leyeron sus páginas, la congoja que produce la desaparición de un noble y armonioso espíritu».
(Diario Córdoba, 24 de marzo de 1931).

LEONOR ALLENDE DE BUFFO

Escritora y periodista

«En este día recordaremos a una de nuestras personalidades femeninas más vigorosas». Tenía predilección por las más altas especulaciones del espíritu, cuya atracción la seducía.
«Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de Leonor Allende de Buffo, la más interesante y completa, acaso la única personalidad notable de escritora que haya producido Córdoba.
Tal afirmación, tendiente a señalar la jerarquía que le corresponde en el medio donde nació y ejerció principalmente sus actividades literarias, no importa reducir a una mera cotización local el valor y el alcance de su obra. El nombre de Leonor Allende merece puesto de honor en el elenco femenino de las letras nacionales, en noble competencia con los mejor calificados. Raro y vigoroso temperamento de artista y de mujer, para encontrarle pares en nuestro país hay que remontarse a Juana Manuela Gorriti o tener presente la figura sugestiva de Raquel Camaña, con la que ofrece numerosos puntos de similitud y de contacto. Díjose de ésta, en efecto, que nadie sentía más hondamente como mujer ni pensaba menos con los prejuicios comunes a las mujeres. El concepto puede aplicarse sin vacilaciones a Leonor Allende, cuya existencia y cuya producción intelectual realizan ese dualismo indispensable, como una imposición de la naturaleza, para la vitalidad de toda obra de escritora.

AUTODIDACTA: Autodidacta extraordinaria, plasmó su mentalidad al margen de la sugestión de maestros y consejeros. Todo lo que sabía lo sabía por sí misma. Al hablar y al escribir expresaba ideas y juicios propios, con frecuencia originalísimos y de una enjundia medulosa y vivaz. Su sólida ilustración fue fruto exclusivo de su voluntad servida por una vocación profunda y un vehemente deseo de salvar con entereza las encrucijadas morales y materiales de la vida, en el afán de hacerla a ésta bella y consoladora. Espíritu curioso, infatigable, ávido de investigación y de dominio, espigaba en todos los campos de la cultura y el arte con una gran probidad y una sorprendente virtud de asimilación. Siempre seducida por las más altas especulaciones, sentía la atracción de los asuntos filosóficos y gustábale sondear los misterios de la prehistoria, esclarecer el genio de las religiones.
Por eso se la veía con frecuencia disertar sobre temas nada comunes en labios femeninos, sin petulancia ni ligereza, con la seguridad y ponderación que
solo confieren «il lungo studio e il largo amore».
En los últimos años, los problemas sociales, políticos y económicos engendrados por la guerra, despertaron su interés agudo y penetrante. Se aproximó a ellos con su seriedad habitual, tratando de interpretarlos y descubrir las nuevas directivas humanas. Su copioso epistolario registra al respecto observaciones admirables, reveladoras de una positiva aptitud para establecer el sentido de los acontecimientos y sus ramificaciones.
Su niñez había disfrutado, en pródiga abundancia, de todos los halagos que proporciona la fortuna. Jamás los echó de menos. Tenían ellos en su recuerdo silencioso ese valor de sueño que representa para los espíritus fuertes la evocación de la infancia irremediablemente desvanecida. Lo que hizo sus delicias de niña, no colmaba sus anhelos de mujer. Porque la riqueza real estaba en el oro purísimo de su temperamento; y así pudo encontrarse a sí misma y sentirse gananciosa al cambiar aquellos halagos frívolos por el goce moral que produce la propia vida dueña de una personalidad y de un destino.

COMO ERA ELLA: Cuando un concepto social estrecho y absurdo relegaba la acción de la mujer a los lindes del hogar, y aun se miraba con recelo la concurrencia a las escuelas normales, Leonor Allende sobrepasó todos los prejuicios y en un solo gesto impuso los derechos de su inteligencia.
Había leído mucho, pensado más y sabíase capaz de escribir. Su afición literaria manifestábase en páginas inéditas. Quería y tenía necesidad de trabajar. ¿En qué? La respuesta huelga: en lo que mejor se adecuaba a su capacidad y sus gustos. Fue la primera mujer que en Córdoba ejerció el periodismo —el periodismo activo y militante, con diarias obligaciones y con sueldo fijo... aunque a veces nominal por imperio de las circunstancias.
La vieja ciudad meticulosa y desconfiada, ahíta de dogmas y anatemas, no salía de su asombro. Apenas si recordaba —fuera del santo heroísmo de sus fundadoras de conventos, doña Leonor de Tejeda, doña Saturnina Rodríguez y otras— la hazaña de María Eugenia Echenique, quien había mandado desde su casa artículos que publicó El Eco de Córdoba. Pero bien pronto debió rendirse la ciudad, ante la evidencia que doblaba triunfalmente a todos los temores: Leonor Allende seguía siendo la «señorita» bien conocida, digna a justo título del respeto y el afecto unánimes.
El suyo fue el triunfo de una mujer sobre un espíritu colectivo con arraigos de siglo. Inicióse en La Libertad, en los días inolvidables de la dirección de Pedro N. Arias. Pasó luego a La Voz del Interior y posteriormente colaboró con algunas alternativas en Justicia y La Verdad.
Nos parece verla —la estamos viendo— llegar a la redacción cada tarde, con el paso lento, el vestido sencillo y desprovisto de toda gala, sonriente sin afectación y sin coquetería. Hacíase querer como compañera y hacíase respetar como mujer, todo dentro de una espontaneidad simpática que era irradiación incontenible de su ser moral.
Llenaba fácilmente las cuartillas con su letra menuda y prieta. Escribía sobre diversos tópicos, más allá de la «crónica»: notas bibliográficas, comentarios sobre exposiciones y conciertos, críticas teatrales, sueltos de actualidad. Y cumplida la obligación del día, se incorporaba a la tertulia típica de la casa, en cuyo animado desorden ponía la nota amable de su discreción y gentileza.

SU PRODUCCION: El nombre de Leonor Allende se hizo familiar a los lectores de todo el país. Su frecuente colaboración en diarios y revistas de Buenos Aires, mereció el elogio de maestros como Groussac, Rodríguez Larreta y Correa Luna.
En 1907 publicó su primer libro, Flavio Solari, y en 1912, el segundo Don Juan Ramón Zevallos. Son dos novelas de distinto carácter, pero igualmente reveladoras del talento literario de Leonor y de su destreza para el análisis psicológico. El estilo es claro, limpio, insinuante, de una flexibilidad suelta en los giros y de una austera sobriedad en las imágenes.
Las palabras tienen por sí solas fuerza y colorido. Sin embargo, ensayos dispersos en diferentes publicaciones, guardan, a nuestro juicio, los más hermosos valores de su producción: como asimismo sus cartas, que reunidas en volumen nos brindarían un libro sin igual en su género dentro de la literatura argentina. Sabemos que a esta tarea se encuentra consagrado con fervor el que fuera su gran compañero; y es de desear que ella sea facilitada por quienes mantuvieron correspondencia epistolar con la escritora.

ESPOSA Y MADRE: Y llegamos a su última página, sin duda la más bella y sugerente, porque probó cómo era cierto que la actividad intelectual no había secado en Leonor Allende la fuente inagotable de su corazón de mujer.
Su matrimonio con don Guido Buffo —artista y educador de reales méritos— la convirtió en señora de un hogar de ejemplarísimas virtudes; y el nacimiento de su única hija —considerada a justo título por ella, su mejor obra— creó a su conciencia de madre, obligaciones sagradas. Púsose en todo lo que ella era —espíritu y carne— a educar y perfeccionar aquel fruto de su carne en el que quería renovar y magnificar su propio luminoso espíritu.
Desde entonces sólo escribía para agradar a su marido y a su hija. «Un triple tesoro querría para ti», lleva por título un cuaderno íntimo en el que anotaba episodios y reflexiones relacionados con la pequeña Leonor.
Sirvan estas hojas de sincero homenaje a la memoria de la culta escritora, de la compañera gentil y delicada —de la señora Leonor, de la señora de Buffo— que supo conciliar en su personalidad estos dones, cada uno de los cuales puede ennoblecer una vida: el talento, la discreción y la ternura.»
(Diario La Voz del Interior, 24 de marzo de 1932).


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